Y admirando el jugueteo de los árboles, y el oleaje revitalizante de los lagos y los ríos, y el planeante vuelo de las aves, y el refugiante color del paisaje, y la serenidad de la montaña; así descubro la presencia de lo invisible, el valor de aquello intangible, lo que nos mueve, lo que nos marca el rumbo, aquello que nos da vida y nos mantiene atentos, lúcidos, bien despiertos como en un gran sueño.
La naturaleza sabia nos enseña y nos habla en silencio. Nos cobija incondicionalmente y está allí, eterna, a la espera de nuestra conciencia, del despertar colectivo, con la ilusión de que la escuchemos y comprendamos sus necesidades y pueda brindarnos su aliento, hoy cansado, pero eterno y, aunque olvidado, presente en cada uno de los seres que admiramos su belleza y su sabiduría, y nos sentimos parte de ella, en un camino que siempre nos lleva a casa, por elección o no, según los ciclos de esta hermosa vida de la que me siento muy afortunado de poder compartir y vivir intensamente.
Inspirado por el paisaje del Valle Encantado
LBL
11-02-2012